SUEÑOS DE GLORIA

He visto morir a muchas personas. No soy ningún novato, no me sorprendo fácilmente. Hay supervisores que se derrumban en su primera inmersión. Yo siempre he sabido gestionar mis emociones. Claro, en los cuatro años que llevo trabajando para el proyecto Sueños de Gloria he oído cosas extrañas, leyendas negras que circulan entre la gente que no puede permitirse nuestros tratamientos. Normal. A todo el mundo le inquieta la muerte, por muy bien que se venda nuestra empresa, y trabajar con un dispositivo que penetra en las mentes de quienes están a punto de apagarse suena a relato de terror. Miren, sé de lo que es capaz nuestra tecnología, el bien que hace. Pero me veo obligado a reportar el incidente más extraño que ha sufrido la compañía hasta la fecha.


El paciente se llamaba Julián Ortiz, tenía setenta años y llevaba veinticuatro meses en coma. Lo habían ingresado en el hospital de la Zarzuela, así que cuando su mujer contactó con la empresa, me enviaron a mí y a un par de colegas de la capital a visitar su mansión para entrevistar a la familia. Tuvimos que darnos muchísima prisa porque el pobre anciano había empezado a morirse. De la evaluación psicológica de la familia poco tengo que añadir. Redactamos un documento con toda la información que habíamos recogido de las sesiones de terapia y la introdujimos en la máquina, que comenzó a cocinar una simulación. Julián era un tipo adinerado y excéntrico. Le gustaba viajar y los deportes de riesgo, aunque también solía pasar largas horas dormitando en el jardín de la mansión o tumbado en la orilla del Guadarrama, que serpenteaba por detrás de su enorme finca; pero lo que adoraba más allá de sus cachivaches y el paracaidismo eran los gatos. Nada superaba la obsesión que sentía hacia sus pequeños felinos. Tenía tres, y los mimaba como si la vida le fuera en ello. 


El uno de abril de 2055 le atropellaron al salir de una tienda de jabones, y desde entonces no había superado el accidente. 


Nos presentamos en el hospital el nueve de marzo de 2057. Toda la familia estaba allí. La habitación de Julián era un mar de lágrimas. El aparato que medía las constantes vitales del anciano goteaba un grotesco pitido. El técnico que nos acompañaba (acudimos dos psiquiatras a supervisar la inmersión) conectó el dispositivo S.D.G al paciente y, entonces, la máquina inició la simulación que había preparado para él. Durante sus últimos minutos de vida, Julián soñó que regresaba a ese jardincito que tanto había trabajado cuando aún era consciente del mundo que lo rodeaba. Jugueteó con sus gatos a la sombra de un manzano perfumado, y le lanzó pan duro a las aves que habían venido a visitarlo. Mientras tanto, al otro lado de la máquina, mi colega y yo interpretábamos el encefalograma que el S.D.G. iba dibujando a partir de la información que proyectaba el cerebro del anciano. A su vez, el técnico, que ya tenía experiencia en la lectura de datos del terminal, iba describiendo lo que ocurría dentro de la simulación. La mujer de Julián sonreía de alivio detrás de una catarata de lágrimas, y sus hijos se abrazaban atragantados de nostalgia.


En un momento, el sistema insertó en la simulación un personaje que se acercó al anciano y se sentó a su lado. Era una niña. Julián la miró con ternura, como si la conociera, y sonrió. Charlaron sobre los placeres de la vida, sobre las cosas pequeñas que uno se guarda en el pecho cuando le llega la hora. Ni viajes ni deportes de riesgo, sólo esos símbolos minimalistas que hacen especial a cada persona. Los pequeños detalles.


Al final, el anciano se derrumbó. “Si me voy, ¿quién cuidará de mis gatos?” La I.A. del dispositivo S.D.G. lanzó un cóctel de respuestas emocionales basadas en la psicología del anciano para tranquilizarlo.


"No me quiero ir"


"No tengas miedo, Julián. Tu familia está aquí. ¿Los sientes?"


Al otro lado de la simulación, su mujer le cogió la mano.


"Sí, ¿pero quiénes son los otros?", preguntó Julián.


“¿Quiénes?”


“Esos que están aquí, con nosotros.


"Es tu familia, Julián"


"No, esos no son mi familia, mi familia está ahí fuera, yo hablo de aquí dentro…”


El técnico dejó de interpretar en voz alta la información en la pantalla del ordenador. Arrugó el entrecejo, y nos explicó en privado lo que acababa de ocurrir. Analizamos el encefalograma en busca de anomalías, pero no encontramos nada extraño. La I.A. se quedó unos segundo paralizada, procesando la información; luego siguió charlando con el anciano como si nada. En ese momento nadie le dio mucha importancia, pero cuando transcribimos de datos a palabras la conversación entre Julián y la I.A., una vez desconectamos la simulación y el anciano pudo irse en paz, nos percatamos de que el volumen de información que el sistema había descargado era exagerado. Dos Teras de texto escrito, y de esos dos Teras sólo dieciocho megas pertenecían a la conversación entre el anciano y la niña. El resto parecía haber salido de otra parte… Pensamos en interferencias, hackeos e incluso fallos del propio sistema, pero nuestros expertos aseguran que la terminal S.D.G.8839 funciona perfectamente y que toda la información descargada salió del cerebro de Julián. Nadie en la empresa ha reportado incidentes similares. 


Hemos empezado a analizar el texto. Una parte de la información está compuesta de una serie de ecuaciones que nuestros equipos no están capacitados para resolver. Vamos a necesitar ayuda externa. 


Diseñamos el S.D.G para embellecer los últimos momentos de vida de una persona, pero lo que hemos encontrado podría tirar por tierra cualquier ortodoxia científica. 


Les adelanto que solamente llevamos analizadas unas mil páginas de un total de más de cinco millones, pero déjenme mostrarles la primera frase del "mensaje" y saquen sus propias conclusiones:


VAMOS A ABRIR LA PUERTA.

Comentarios

  1. Jo que pedazo de relato! Me encanta la forma en que lo has escrito Alex, es dinámica y a la vez rotunda. Una ficción que podría ser llevada al cine. .. Ya has abierto la puerta... Sigueeeee!!! 😘

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  2. Me quedo con hambre de más. Quiero ver como termina la historia. Sería un buen guion cinematográfico. No lo guardes en un cajón. Esta muy bien desarrollado👍👏👏

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  3. Me ha gustado mucho, está muy bien redactado, te quedas con ganas de seguir leyendo y eso sólo lo consiguen los buenos.

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  4. Tienes que terminarlo! Me he quedado con ganas de saber todooooo. Y seguro que tienes la historia entera en tu cabeza. Nos lo cuentas? Animo Alex, que tienes muchísimo talento. Demuestraselo a todo el mundo.

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  5. Madre mia!!! Me he quedado con ganas de seguir leyendo....me gusta mucho como escribes...se nota que te apasiona!! Sigue ...no lo dejes por nada...cuando se tiene un don hay que aprovecharlo....me encantaría poder leer más cosas tuyas!!! Un abrazo alex y sigue disfrutando y haciéndonos dusfrutar

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